«En este libro fascinante, la memoria se produce antes de que lo recordable se haga lo recordado, y el mismo recuerdo se muestra frágil, perecedero» (Guillermo Cabrera Infante). Lo que menos esperaba ese argentino de París, cuando una noche de verano interrumpe su traducción de Leiris para ir a tomar una copa al tabac de la esquina, es que la ciudad de adopción se le iba a ofrecer, por unas horas, traducida en su Buenos Aires lejano... Tal el «viaje sentimental» que lo arrebata, pesadilla cómica, elegía fantasmagórica, para finalmente enfrentarlo a su condición de huérfano voluntario.Ese relato funciona como una suerte de «escena primitiva» de este libro. A su alrededor, satélites desprendidos de un planeta central, trece textos breves («las tarjetas postales del viaje») se deslizan entre la ficción y el ensayo, entre el chisme y la confesión, enlazando citas donde el autor delega en otras voces algunos grandes temas que sus textos no hacen más que rozar. Puesta en escena de las nupcias secretas de lectura y escritura, injerto de textos e idiomas, reflejo de un « inglés de extranjero» en un castellano reconquistado contra el francés cotidiano, este libro único, irrepetible, constituye en sí mismo una experiencia del exilio y su diagnóstico, un territorio y su mapa, un modelo y su parodia.Buenos Aires, paraíso perdido, leyenda autobiográfica, es, en última instancia, el tema único de estas «penas de bandoneón». Tras las máscaras cambiantes, transparentes, de Alejandría y Trieste, de San Petersburgo, Macao o Berlín, la «Reina del Plata» invade y ocupa la escritura del hijo que necesitó huir para poder nombrarla.