Una de las más sorprendentes, complejas y violentas tramas de la literatura italiana. «Todos somos espiados, a todos nos amenaza un desastre. ¿Y por qué? Porque en la raíz de todo está en la troga», le dice una anciana señora al comisario de policía Pantieri. Estamos en Roma, en una época imprecisa que se parece mucho al pasado reciente. En el espacio de pocas horas, el mismo Pantieri oye a personas muy diferentes caer en el mismo lapsus aparente: dicen «troga» en lugar de «droga». Pero como todo investigador que se precie, Pantieri piensa que el lapsus es un paso hacia la verdad. ¿Qué será, en tal caso, esta «troga»?Comienza así a tejerse, desde las primeras líneas, una de las más sorprendentes, complejas y violentas tramas. Encontraremos en ella sectas entregadas al Mal, feroces delitos, banqueros, políticos corruptos, terroristas, mujeres de la vida: en suma la llamada normalidad italiana. Aquí todo parece demasiado absurdo en su primera aparición, pero todo acaba después por encontrar su lugar en la delirante y exactísima construcción. Será fácil vislumbrar en el comisario Pantieri un homenaje al Ingravallo del Pasticciaccio de Gadda. Menos evidente, pero no menos significativo, el homenaje a John Belushi. En realidad, la cualidad «demencial» de la realidad, que parece ser una adquisición peculiar de los años 70 y 80, se expresa aquí con naturalidad en una estructura narrativa donde todo es al mismo tiempo trágico e irrisorio, tenebroso y vulgar, exasperado y plausible. Al fin la Italia turbia, grotesca y sanguinaria del caso Moro, de la inflación, de los servicios secretos y de la masonería ha encontrado su novelista.