Una novela que trata de cierta clase de animales urbanos: seres cautivos, rebeldes, domesticados o heridos, que sólo disponen de las armas de la astucia o la cautela para poder sobrevivir. Este es un libro intenso, brillante, profundo e imaginativo. Una novela que ofrece al lector un sugerente mundo de ficción, compacto y personal, elaborado a partir de materiales propios y de otros procedentes del campo de la novela (Nabokov, Capote y Scott Fitzgerald son los más evidentes), del cine (Hitchcock y Antonioni) y del mundo del pensamiento (Freud, Lorenz y Goffman). Desde el punto de vista técnico, Territorio enemigo es un libro en el que se combinan, de forma impecable, la potencia del relato corto con la compleja estructura musical propia de la novela y que ha sido escrito con una prosa limpia, transparente, rítmica y visual, de sorprendente eficacia. Su narrador, Max, el fotógrafo free-lance que intenta apropiarse del mundo (o tal vez protegerse de él) a través del objetivo de su cámara, posee una inconfundible voz propia que conecta con el lector desde el primer momento y que sabe utilizar los recursos del humor, la mirada lateral, el sobreentendido, la elipsis, la objetividad y el sarcasmo para crear una complicidad que se mantiene a lo largo de toda la narración. Pero Territorio enemigo es, sobre todo, una espléndida novela, con un argumento sólido y original y unos personajes inolvidables. Una novela que trata de cierta clase de animales urbanos: seres cautivos, rebeldes, domesticados o heridos, que sólo disponen de las armas de la astucia o la cautela para poder sobrevivir, con desigual fortuna, en ese entorno hostil que es la gran ciudad. Una novela, en definitiva, que será especialmente comprendida por todos aquellos que experimentan la sensación, a veces dolorosa pero siempre estimulante, de vivir permanentemente en territorio enemigo.