Todo lo que toca Tálata se convierte en deseo: la juventud, el amor, el ritmo de las canciones, las referencias fugaces a las que se unen las desesperaciones cotidianas, los juegos, los sueños musicales, los viajes y la amistad; porque Tálata Rodríguez es una cronista de su tiempo, sus amores y sus amigos, siempre excesiva atravesando los territorios de la pasión, siempre coherente con el corazón mutante de las extraordinarias cosas que nos provocan tanta ansiedad.