«Una vez te ves envuelto en el sonido y las sensaciones de Brodkey, no hay vuelta atrás. Estás delante de una escritura tan intensa como hermosa» (John Wilde, Blitz). Después de un excelente debut en 1954 con Primer amor y otros pesares, por el que fue justamente comparado con Salinger, estos Relatos a la manera casi clásica, que reúnen los cuentos de Harold Brodkey escritos durante las tres últimas décadas, revelan una sensibilidad, una personalidad y un talento únicos y nos dan la medida de la ambición y el genio del autor, un auténtico mito de la literatura norteamericana. Así, el reputado crítico literario Harold Bloom ha afirmado: «Brodkey es un Proust americano, sin paralelo en la prosa de ficción desde Faulkner», mientras que Susan Sontag escribió: «Es un escritor que asume auténticos riesgos. Leo cada palabra que Brodkey escribe».Relatos a la manera casi clásica han de constituir toda una sorpresa y una revelación para el lector: sorpresa de que existan aún escritores que, con la paciencia de un orfebre, sean capaces de destilar la sensación, el recuerdo, el instante en forma de palabras y transmitirlos al lector de una manera intensa, viva, absoluta, revelación de un autor capaz de analizar las mayores mezquindades y brutalidades humanas con la frialdad de un entomólogo observando una mariposa muerta.Porque casi todos los héroes de Brodkey, y en especial Wiley Silenovicz protagonista de gran parte de estos relatos y alter ego del autor, a través del cual nos ofrece una de las autobiografías más crudas y despiadadas de la literatura norteamericana acutal, son, en cierto sentido, extraordinarios: el destino les ha puesto por encima de los demás y ésa es su mayor condena: la soledad y la incomprensión.Y es en el análisis de esta soledad y esta incomprensión donde el estilo de Brodkey se despliega para analizar exhaustivamente cada emoción, cada sentimiento, cada dolor y cada alegría como si poseyeran una riqueza inagotable, como si para él y para el lector nada más existiera en ese momento.Se ha dicho con frecuencia que uno no lee a Harold Brodkey, sino que se sumerge en sus páginas, quizá el mejor ejemplo de esta afirmación sea el relato titulado «Inocencia», en elque el protagonista, Wiley Silenovicz, un joven estudiante de Harvard, se esfuerza en proporcionarle el primer orgasmo de su vida a Orra, el sex-symbol de la universidad; el resultado es la descripción de un orgasmo más larga de la literatura universal: vente páginas.
