El viento llevó a París la carta de Armande y el viento trajo de vuelta a Vianne Rocher a Lansquenet. Pero casi todo ha cambiado: la chocolatería donde vendía sus "sueños, pequeños consuelos, dulces e inofensivas tentaciones",
que tanto revolucionó la vida del pueblo y la suya propia, se ha convertido en una escuela. El malestar y la desconfianza, por otra parte, recorren ahora las estrechas y empedradas calles de entonces, pero el paisaje es tan distinto
que, incluso el párroco, ya no teme a Vianne y requiere, en cambio, su indispensable ayuda.