Un día del verano del año 1988, quedé boquiabierto al leer un artículo del ludolingüista Màrius Serra en el que, por primera vez en mi vida, vi las palabras palindromología, palindrómico y palindromista. El impacto y la fascinación fueron de tal dimensión que nunca más me abandonaron. Mi profesión de músico, al principio como intérprete y después como pedagogo y director de orquesta, al lado del cultivo de los palíndromos, comportó, de manera casi forzosa, el descubrimiento de los palíndromos musicales. Es decir, fragmentos musicales que se pueden leer e interpretar tanto de principio a fin, como desde el final al principio, con el mismo resultado sonoro. Lo que empezó como una curiosidad más, continuó con la búsqueda de estos ejemplares de música reversible que, andando el tiempo, se han ido acumulando.