Crónica de una despedida cargada de nostalgia y de desesperación, homenaje a una ciudad pródiga en miserias bellas y monstruos nocturnos. Un amanecer de otoño, un hombre tropieza con su antiguo doble, con el fantasma de su juventud que, antes de huir para siempre de Barcelona, le hace entrega de un manuscrito donde se relata en primera persona lo sucedido en los días previos a esa partida. El muerto que fuma es, por lo tanto, la crónica de una despedida cargada de nostalgia y de desesperación, pero también el homenaje a una ciudad pródiga en miserias bellas y monstruos nocturnos, más algún que otro fantasma. Pero esta novela corta es, asimismo, el autorretrato de un ser díscolo y vocacional mente anticuado que arremete contra mitos tan arraigados como el de la identidad y el de la felicidad -«esa memez burguesa»-.Quizá por tal motivo, este libro, escrito hace ya diez años y editado ahora por vez primera, tiene uno de sus mayores y más provocativos encantos en la crítica que su joven protagonista realiza de la modernidad entendida como sobrevaloración del éxito y como realismo claudicante.