Esta es la historia de amistad y conocimiento entre dos seres muy especiales: uno es humano, y el otro, animal; uno es un niño; y el otro, un lobo. La bonita moraleja que hábilmente narra Elena Díez Rodríguez es que no hay nada mejor en la vida que aprender a comunicarse con quienes nos rodean, para así entrar en su mundo y comprendernos mejor. Escrita cuando contaba diez años de edad, esta inusual autora nos da una lección ejemplar de empatía y compasión, de respeto y generosidad tan faltos en el ser humano, pero tan presentes en el reino animal. Actualmente estudia Veterinaria.