En el año 1991, un escándalo de escuchas y espionaje sin precedentes convulsionó a la sociedad española. Una red de oscuros intereses, a la que la prensa bautizó como La trama de Barcelona y que involucró a políticos, empresarios y a ex miembros de los servicios secretos del país. (CESID). En el centro de aquel escándalo estuvo la empresa editora del diario La Vanguardia. Carlos Fajardo, su director general, había sido cesado poco antes, junto a casi todo el comité directivo, de forma sorpresiva y contundente, en una "reunión trampa", con un abogado desconocido para todos, llegado expresamente de Madrid. Poco más tarde, se descubrió que el teléfono particular de su domicilio, entre otros, llevaba mucho tiempo "pinchado".