Una comedia que nos muestra con extraordinaria agudeza las arriesgadas transacciones de Diderot asà como su ambiguo juego con el poder. El filántropo es una obra inspirada en Diderot, el creador de la figura del intelectual, un personaje que apasiona a este extraordinario escritor, e intelecual por antonomasia de nuestros tiempos inciertos, que es Hans Magnus Enzensberger.¿Qué es un intelectual? ¿Qué puede y debe hacer? Los intelectuales se plantean tales preguntas con una pasión que no es necesariamente compartida por el resto de sus contemporáneos.Si las preguntas son viejas, igual de trilladas son las respuestas. Nos resulta difÃcil creer que surgieron una vez, con fresco fulgor, a la luz del dÃa con todo el Ãmpetu de la novedad. Tengamos en cuenta que los intelectuales, al igual que los papas, los deportistas, los punkies y los abogados, no han existido siempre. Toda figura social ha de ser inventada. No aparece en la historia de la noche a la mañana. Ya en los tiempos antiguos hubo chamanes sabios y poetas: luego se añadieron figuras como las del erudito, el filósofo y el clérigo.La invención del intelectual, sin embargo, es relativamente joven, e incluso se puede afirmar que puede ser datada con bastante precisión, a saber: en la segunda mitad del siglo XVIII.La figura surge por primera vez entre las brumas tempranas de la Ilustración, es decir: en Francia. Se puede ir más lejos e indicar nombre, apellido y dirección: Monsieur Denis Diderot, rue Taranne, ParÃs.En esta comedia, en la que Enzensberger afirma saquear sin miramientos la obra y la biografÃa de Diderot, sin detenerse ante la mistificación, el autor nos muestra con extraordinaria agudeza las arriesgadas transacciones de Diderot, su temperamento erótico, su lucha con Rousseau, su talante comprensivo para con las figuras sospechosas —los parásitos, los marginados y los criminales—, asà como su ambiguo juego con el poder.