Con más de diez mil inscripciones, el etrusco supera a cualquier otra lengua del Mediterráneo central y occidental en los siglos que precedieron a la difusión de la epigrafía romana a finales de la República. Es la única de las lenguas antiguas atestiguadas de manera fragmentaria que fue usada como lengua de cultura por otros pueblos vecinos. Su compleja cultura epigráfica jugó, además, un papel determinante en el desarrollo de otras epigrafías indígenas italianas. El etrusco es una lengua no-indoeuropea, perteneciente a una familia ligüística que incluye también el rético y el lemnio, mucho peor concoidas debido a la escasez de documentos. Por ello, la recostrucción de todo su sistema lingüístico resulta todavía extremadamente limitada. El cuarto volumen de la colección AELAW incluye una breve presentación de la compleja historia de la escritura etrusca y de los escasos elementos lingüísticos que conocemos con suficiente certeza, así como un completo panorama de su riquísima producción epigráfica y de su aportación al conocimiento de la historia y la cultura etruscas. La obra está profusamente ilustrada
