Todo el mundo desea experimentar felicidad y apartarse del sufrimiento pero, tanto el dolor como la dicha dependen de causas, no surgen porque sí: La causa de la felicidad es nuestra actividad positiva y la del dolor, nuestra actividad negativa.
Lo que nos desvela el Dharma es que aún deseando ser felices, no creamos las causas para serlo; y a pesar de aborrecer el malestar, tampoco evitamos las causas que lo producen".
"Practicamos el Dharma para transformar los estados mentales negativos en positivos. Para empezar nuestro recorrido espiritual es necesario, en primer lugar, identificar lo negativo para poder abandonarlo, y reconocer lo positivo para incorporarlo a la vida y a la práctica".