Usando como emblema simbólico a Noé y su arca, el poeta se enfrenta a su "elegida insurrección": navegar el diluvio que la escritura representa. Aquí no se maneja el tema del diluvio para recalcar la antigua noción del castigo divino ni se pretende formular exégesis post-diluvianas. Lo mundano y lo sagrado van de la mano guiados por un ser que se describe como "un micro-resplandor en el diluvio". Un ser que custodia el arca donde entran las palabras creadas por su desmesura.