En la Alpujarra, girando a la izquierda después de la quinta curva, existe un pueblo en el que las palabras son lo que son y no se andan con chiquitas, donde la fantasía y la realidad juegan al pilla pilla cogidas de la mano. Allí viven, entre otros, Camila, la propietaria del primer faro de un puerto de montaña; la tía Carmita y su fobia a las arrugas; el señor Guapo, que lo dejó todo para recoger piedrecitas azules, y Javier, que tiene una ventana de tiza con vistas a Ana, la niña que hace nevar.