IRENE

IRENE

ALBERT DE ROUTISIE

12,00 €
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Editorial:
TUSQUETS EDITORES
Año de edición:
1979
Materia
Novela romántica y erótica
ISBN:
978-84-7223-316-4
Páginas:
128
Encuadernación:
Otros
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En la enrarecida y carca atmósfera cultural que reinaba aún antes de la guerra del 14 y que se prologó hasta los años 20, la irrupción de los surrealistas fue como una bocanada de aire fresco. A principios de los años 30, escritores como André Malraux, futuro Ministro de Cultura con De Gaulle, ya se atrevía a escribir : ?Hay que hacer del erotismo un valor? en su prólogo a la edición francesa de El amante de Lady Chatterley de Lawrence. Es en plena ruptura cuando aparece, en 1928, este libro que, originalmente se llamó El coño de Irene, cuyo autor, pese a ser una de la figuras más destacadas en aquel momento del movimiento surrealista, presentó con el seudónimo de Albert de Routisie. Este misterioso personaje, que vive todavía en su país natal, Francia, sigue negándose aún hoy a asumir abiertamente la paternidad de este libro que, según Albert Camus, es ?el más hermoso de los libros relacionados con el erotismo?. Incurre, sin embargo, en la absurda contradicción de ejercer, eso sí, la propiedad sobre su publicación y la traducción en otros idiomas. De poder revelar su nombre, algunos se extrañarían quizás, a estas alturas de nuestro siglo, de esta actitud paradójica en personaje ya tan prestigioso y por encima de cualquier ?sospecha? ; pero a otros, la mayoría sin duda, les parecería obvia por sus actuales vinculaciones políticas que fueron, por cierto, las que le apartaron del movimiento surrealista. En Irene, la Francia de 1928 queda bastante bien representada por un macabro prostíbulo de provincias ( ?Una verdadera cárcel, si no la distinguiera una linterna? ) frecuentado por dos sórdidas rameras. Esta vida subterránea en una pequeña ciudad es descrita, según Pieyre de Mandiargues en el brevísimo texto que sirve de presentación a este libro con el ?esplendor? de un lenguaje sólo comparable al del gran poeta Lautréamont. Un admirable prólogo de Jean-Jacques Pauvert, uno de los más audaces y creativos editores de la Francia de posguerra, sitúa Irene en el contexto cultural en el que se concibió y esboza una breve historia de las publicaciones eróticas en su país en los años que precedieron la segunda guerra mundial.