En la València dels Seiscientos, las sirvientas salían de casa con un contrato, llamado pupilaje, negociado por los progenitores que las colocaban con el objetivo de aligerar las cargas familiares, dado que era fundamental que la muchachada pudiera trabajar al sí de otra casa. Resueltos los problemas de adaptación, la mayoría de la descendencia no volvía a la casa paterna. Irán de casa en casa hasta definitivamente fundar su familia. Este tipo de trabajo doméstico femenino es el que se encuentra documentado y analizado, de forma rigurosa, en esta obra de Isabel Baixauli.