Necesitamos que alguien de fuera observe la jugada. Dios se sirve de esas personas para hacernos ver lo que quiere de nosotros. Así de sencillo. Así de grandioso.
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Puede obtener más información aquí o cambiar la configuración.